El avance de las negociaciones de los acuerdos climáticos en los últimos años
Las negociaciones climáticas a nivel internacional representan un esfuerzo conjunto de la comunidad global para abordar uno de los desafíos más urgentes de nuestro tiempo: el cambio climático.
Desde la histórica Cumbre de la Tierra de Río en 1992, el Protocolo de Kioto en 1997, hasta la última Conferencia de las Partes en Dubái (COP28), estas reuniones han buscado alcanzar un acuerdo y establecer marcos de acción colectiva para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mitigar los impactos del cambio climático y fortalecer la resiliencia de las comunidades vulnerables. Seguir de cerca la evolución de estas negociaciones -y, sobre todo, la implementación de los acuerdos en ellas alcanzados- nos acerca a un futuro sostenible y seguro para todos.
El cumplimiento del Acuerdo de París para reducir las emisiones
Desde la firma del Acuerdo de París en la COP21 de 2015, los esfuerzos por cumplir sus compromisos han sido un tema central en las negociaciones climáticas y, de hecho, se han implementado una serie de políticas y medidas para avanzar hacia ello. Por ejemplo, la adopción de energías renovables, como la solar y la eólica, ha experimentado un crecimiento significativo desde entonces, gracias en parte a las políticas de apoyo a la transición energética y a la disminución de los costes de estas tecnologías. Así, los paneles solares cuestan hoy solo un 6% más que en 2007 y menos de la mitad que en 2015.
Sin embargo, aunque este acuerdo marcó un hito importante al establecer metas concretas y objetivos a largo plazo para limitar el calentamiento global y el aumento de la temperatura, y a pesar de los esfuerzos realizados, su implementación ha enfrentado desafíos significativos. Es más, varios informes indican que aún no estamos en camino de alcanzar el objetivo de limitar el calentamiento a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales. Las políticas actuales en todo el mundo podrían provocar un calentamiento de alrededor de 2,7 °C y, aunque las contribuciones nacionalmente determinadas (NDC) limitarían el calentamiento a aproximadamente 2,5 °C, se necesitan medidas mucho más ambiciosas.
Para conseguir la reducción de emisiones mundiales, las tecnologías y los mercados de carbono han sido temas de debate en las negociaciones, con diferentes enfoques y perspectivas entre Sur y Norte Global. Las tecnologías como la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono se han considerado herramientas potenciales para reducir las emisiones, pero también plantean desafíos y preocupaciones, como la competencia con la producción de alimentos y la demanda de recursos naturales. Además, el artículo 6 del Acuerdo de París, que trata sobre los mercados de carbono, ha generado controversias en relación con los impactos negativos en el Sur Global, la responsabilidad y la capacidad de los países para llevar a cabo acciones climáticas efectivas.
Las responsabilidades climáticas, en el centro de las negociaciones
El principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas (CBDR, por sus siglas en inglés), establecido en la CMNUCC, ha sido un tema central en las negociaciones climáticas. Reconoce que todos los países tienen una responsabilidad en abordar los desafíos del cambio climático, pero también acepta que no todos tienen las mismas obligaciones al respecto. En este sentido, se generan distinciones entre países desarrollados (el Norte Global) y en desarrollo (el Sur Global) en términos de su contribución histórica al cambio climático y su capacidad respectiva para enfrentarlo.
Sin embargo, este principio pone de relieve una brecha entre los países del Norte y del Sur Global que se está convirtiendo en un punto crítico. Mientras que los países del Norte, que ya han alcanzado cierto nivel de desarrollo, se centran en la necesidad de mitigación, el Sur insiste en que necesita alcanzar un desarrollo equivalente y se centra en la adaptación. Esta diferencia de enfoques refleja las distintas realidades y necesidades de cada región, lo que ha generado tensiones, especialmente en lo que respecta a las pérdidas y daños y a la financiación climática para la transición.
Las pérdidas y daños representan una de las demandas más persistentes del Sur Global, especialmente impulsadas por grupos como la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS), que buscan abordar los impactos no solo económicos, sino también sociales y ambientales del cambio climático. Argumentan que el peso desproporcionado de estos impactos en sus economías se vincula con desafíos recurrentes de desarrollo y señalan la responsabilidad histórica de los países del Norte Global en términos de emisiones y explotación. La COP27 logró un hito en este sentido al establecer un Fondo de Pérdidas y Daños, resultado de una movilización intensa de la sociedad civil.
Por otro lado, la financiación climática para la transición es otro tema que suscita debate. En el Acuerdo de Copenhague de 2009, los países desarrollados se comprometieron a movilizar 100 000 millones de dólares anuales para que los países en desarrollo adoptaran medidas climáticas. El Acuerdo de París reafirmó el liderazgo de los países desarrollados en la movilización del financiamiento climático y marco el plazo de 2025 para establecer una nueva meta colectiva que aumentara el mínimo definido en Copenhague. Sin embargo, la cifra inicial nunca se ha llegado a alcanzar. Aunque en la COP28 se movilizaron más de 600 millones de dólares para el Fondo de Pérdidas y Daños, otros fondos, como el de adaptación y el destinado a los países menos adelantados, recibieron menos contribuciones.
El entorno cada vez más complejo de las COP
El creciente papel de los actores no gubernamentales en las negociaciones climáticas, desde la COP en París, ha sido crucial para impulsar medidas de cambio a niveles local, nacional e internacional. Esta inclusión diversa en el proceso de toma de decisiones es esencial para garantizar una respuesta efectiva y colaborativa al desafío del cambio climático. Sin embargo, esta mayor participación también conlleva desafíos significativos.
En primer lugar, se enfrenta a la presencia de actores y sectores que buscan limitar o retrasar la acción climática debido a sus propios intereses, utilizando las cumbres como plataformas para difundir sus ideas y agendas.
Además, al volverse más públicas, las COP han recibido críticas adicionales por su falta de eficacia para abordar un desafío tan global y complejo como el cambio climático. En este entorno complejo, la toma de decisiones se vuelve más complicada, ya que los negociadores deben enfrentarse a múltiples intereses y demandas de diversos grupos de interés, lo que puede resultar abrumador.
El simple número de participantes presenta un desafío de organización y gestión. Por ejemplo, en la COP28, los negociadores se enfrentaron a dificultades para acceder a las salas de negociación debido a problemas de capacidad.
Además, la inclusión de actores que llevan temas paralelos a las negociaciones, como acuerdos y declaraciones oficiales, ha complicado aún más la logística. El seguimiento eficaz de estos encuentros es un proceso cada vez más complicado que requiere dedicar más recursos al funcionamiento del propio proceso.
A pesar de todo ello, esta multiplicidad de actores evidencia el interés e impacto de una emergencia que afecta de forma directa al conjunto de la humanidad, poniendo en valor la necesidad de hacerle frente de forma global, unísona y coordinada.