Publicado el lunes 12 de mayo del 2025

Con las miradas puestas en Belém do Pará, sede de la próxima COP30, el proceso climático global entra en una nueva fase marcada por la urgencia, pero también por la esperanza.

A menos de seis meses de la cita clave en la Amazonía brasileña, el calendario internacional se acelera. Reuniones como la ministerial informal de Copenhague, celebrada en mayo, están sentando las bases para que la COP30 no sea una cumbre más, sino un verdadero punto de inflexión.

Reunión de ministros en Dinamarca

La reunión de ministros en Dinamarca, descrita por la Presidencia de la COP30 como una oportunidad “crucial para reconstruir la confianza”, evidenció avances sustanciales en varios frentes. Países desarrollados y en desarrollo se sentaron a trabajar sobre la agenda de implementación, abordando desde la meta global de adaptación hasta la arquitectura financiera post-Fondo Verde. La cuestión del nuevo objetivo colectivo cuantificado en financiación climática (NCQG) también fue central, con propuestas concretas sobre cómo aumentar la previsibilidad y accesibilidad de los fondos.

2ª carta de la Presidencia COP30

Además, la segunda carta de la Presidencia entrante de la COP30, liderada por Brasil, refuerza esta ambición. Lejos de limitarse a la preparación técnica de las negociaciones, el documento lanza una propuesta orientada a ampliar los márgenes de acción: construir un “Mutirão Global” que active una movilización planetaria, articulando acciones desde lo local a lo global bajo un marco común.

Inspirado en prácticas comunitarias brasileñas, el concepto del Mutirão se presenta como una invitación a presentar “contribuciones autodeterminadas” para acelerar la acción climática. Estas no se basan en promesas futuras, sino en iniciativas ya en marcha o a punto de ejecutarse: agricultura regenerativa, restauración de manglares, educación ambiental en comunidades periféricas, descarbonización de infraestructuras tecnológicas, entre otras. El objetivo es claro: contrarrestar los efectos en cascada del cambio climático mediante una cadena de acción inmediata y descentralizada.

La carta brasileña también plantea una crítica estructural: la gobernanza climática vigente sigue operando bajo lógicas jerárquicas y lineales, poco aptas para responder a la complejidad del siglo XXI. En su lugar, se propone avanzar hacia modelos de cooperación más ágiles, distribuidos y adaptativos, que combinen tecnologías emergentes con saberes ancestrales, y que puedan dar respuesta tanto a las crisis actuales como a escenarios impredecibles.

Cuatro Círculos de Liderazgo

En paralelo, se han anunciado cuatro Círculos de Liderazgo —entre ellos el de expresidencias de COP y el de pueblos indígenas— que pretenden actuar como espacios de deliberación y asesoría. Estas plataformas buscarán aportar orientaciones desde distintas perspectivas —técnicas, políticas, éticas— para reforzar la gobernanza climática internacional.

Próximas fechas

El próximo hito será la sesión interministerial de junio en Bonn, que permitirá avanzar sobre la agenda oficial de cara a Belém. Tal como destacó la ministra brasileña Marina Silva, esta etapa intermedia es clave para que la COP30 no se limite a revisar avances, sino que contribuya a abrir un nuevo ciclo de cooperación multilateral con enfoques más inclusivos y transformadores.

Aun así, persisten interrogantes sobre la brecha entre los consensos multilaterales y la capacidad real de implementación frente a intereses nacionales divergentes. La dinámica formal del proceso climático deberá conectarse con las realidades complejas de las agendas locales y regionales. Y para que el cambio sea efectivo, será fundamental el papel de la sociedad civil: sostener el impulso, presionar por coherencia, y articular soluciones desde abajo hacia arriba.

En última instancia, lo que está en juego en 2025 no es solo una nueva ronda de compromisos, es la posibilidad de sentar las bases de una corresponsabilidad global efectiva, con resultados tangibles en materia de acción climática y justicia ambiental.