El reto de la COP30: sostener la ambición en un mundo dividido
La COP30, que tendrá lugar en noviembre de 2025 en Belém do Pará (Brasil), será una cita decisiva para el futuro de la acción climática global. A diez años del Acuerdo de París, esta conferencia llega en un momento complejo, marcado por tensiones geopolíticas, retrocesos institucionales y un creciente escepticismo hacia los espacios multilaterales. La COP30 no puede ser solo una reunión más: debe convertirse en un punto de inflexión, una oportunidad real para reactivar los compromisos climáticos y evitar que el sistema internacional caiga en el estancamiento.
Reafirmar el multilateralismo frente a la fragmentación
La aparición de gobiernos con discursos abiertamente contrarios a la cooperación internacional en materia climática —como los liderados por Donald Trump o Javier Milei— amenaza con bloquear decisiones clave en la próxima cumbre de Belém. Ante este escenario, resulta más urgente que nunca promover nuevas formas de multilateralismo más inclusivo y equitativo, que fortalezcan la cooperación Sur-Sur y cuenten con el compromiso real de los países del Norte para asumir su responsabilidad histórica en la crisis climática.
Consciente de este desafío, la Presidencia brasileña de la COP30 ha articulado una visión que refuerza el valor del proceso multilateral. Ha convocado a un “Círculo de Presidencias” (de la COP21 a la COP29) para acompañar la preparación e implementación de la conferencia, y ha lanzado un llamamiento a un “mutirão global”: una acción colectiva internacional contra el cambio climático. En su condición de petroestado, Brasil enfrenta contradicciones internas que tensionan su compromiso con la acción climática. Sin embargo, la Presidencia de la COP30 ya exige avanzar de forma urgente hacia su aplicación efectiva, tanto dentro como fuera del marco de la CMNUCC.
Impulsar la ambición climática de las palabras a los compromisos concretos
La ambición climática sigue lejos de lo necesario. Principales economías como la UE, China, Australia, India o Sudáfrica aún no han presentado sus planes de acción climática (NDC) actualizados con objetivos para 2035, y les queda hasta septiembre de 2025 para hacerlo. En respuesta, la troika conformada por las Presidencias de la COP28, COP29 y COP30 recibió el mandato de desarrollar una “Hoja de Ruta hacia la Misión 1.5°C”, basada en una propuesta brasileña. La COP30 ofrece una oportunidad clave para cerrar la brecha de ambición, mediante compromisos concretos por sector y un sistema sólido de rendición de cuentas. Para lograrlo, será imprescindible:
- Establecer objetivos sectoriales claros en las NDCs, especialmente en energía, transporte y uso del suelo.
- Promover un enfoque más riguroso sobre la transparencia y el seguimiento de los avances.
- Vincular la ambición climática con financiación transformadora, tal como plantea la Hoja de Ruta de Bakú a Belém.
- Avanzar hacia el abandono de los combustibles fósiles, la triplicación de energías renovables y la duplicación de la eficiencia energética requiere algo más que declaraciones: exige marcos normativos vinculantes, inversiones a gran escala y voluntad política sostenida.
Transformar la financiación climática con flujos reales
La financiación sigue siendo uno de los mayores cuellos de botella. A pesar de la creación de nuevos mecanismos —como el Fondo de Pérdidas y Daños—, los flujos hacia los países en desarrollo son aún insuficientes, desiguales y poco predecibles. Entre 2021 y 2022, el 85% de la financiación climática global se destinó a mitigación, y apenas el 5% a adaptación, pese a los compromisos del Pacto Climático de Glasgow. Países especialmente vulnerables continúan enfrentando barreras para acceder a fondos multilaterales. La Hoja de Ruta de Bakú a Belém, con el objetivo de movilizar 1,3 billones de dólares anuales hacia 2035 decidido en la COP29, debe ofrecer garantías claras:
- Que los fondos serán adicionales, y no reetiquetados desde compromisos ya existentes.
- Que se canalizarán hacia plataformas nacionales alineadas con las necesidades de cada país.
- Que se impulsará la financiación pública, consecional y privada, especialmente para adaptación y pérdidas y daños.
Reconectar el proceso climático con la ciudadanía
La desconexión creciente entre las negociaciones climáticas y la sociedad civil es otro desafío que no puede ignorarse. Las barreras económicas y logísticas para asistir a las COP —especialmente el aumento de los costos de alojamiento y la reducción de espacios abiertos a la ciudadanía— limitan la participación de actores clave como la juventud, los pueblos indígenas y las organizaciones de base.
En respuesta al contexto actual, universidades brasileñas, movimientos juveniles e indígenas han solicitado una mayor participación en el segmento de alto nivel de la COP30. El hecho de que esta cumbre se celebre en plena Amazonía le otorga un fuerte valor simbólico y político, al poner en el centro del debate temas como la protección de los bienes comunes globales, la solidaridad internacional y la equidad entre generaciones.
Sin embargo, la construcción de infraestructuras como la autopista que atraviesa la región pone de manifiesto la complejidad de los intereses en juego. En un escenario donde el lobby de sectores industriales ejerce una gran influencia, es más importante que nunca proteger la legitimidad democrática del proceso climático, reforzar el consenso social y recordar que la acción climática no es solo técnica, sino también profundamente transformadora.
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