Una maratón de horas sin dormir
El recinto "se vuelve un campamento, los pasillos se convierten en salas de espera, con gente durmiendo en los sofás".
Raro sería que, en el último día de la COP y en el que debería cerrarse un acuerdo, se anunciara una resolución.
No solo los negociadores empiezan a mostrar ojeras. También los observadores, que están a la espera de recibir los textos para analizarlos detalladamente, ver en qué se ha avanzado y en donde no. Enrique Maurtua Konstantinidis, consultor senior en Política Climática, de Argentina, lleva ya ni más ni menos que 17 COPs a sus espaldas.
Fuente: Enrique Maurtua Konstantinidis, consultor senior en Política Climática, de Argentina en la COP29. Equipo AmbiciónCOP.
"Aunque las COP acaben más tarde, el documento final siempre lleva la fecha del viernes. Es como si se parara el tiempo en este punto", explica. Este día, y tras dos semanas de encuentros y actos, buena parte de los asistentes a la COP se retiran, y solo quedan los negociadores, observadores y periodistas.
Intentan entonces hacer acopio de snacks, guardándolos en la mochila, porque los bares también se desmantelan. “El café es el último en retirarse, es el que tiene que estar”, puntualiza el consultor. El recinto "se vuelve un campamento, los pasillos se convierten en salas de espera, con gente durmiendo en los sofás". También los políticos abandonan la formalidad de días antes. "Se dejan las americanas, caen los filtros y también la rigidez en los procedimientos", explica Maurtua.
Fuente: Recinto de la COP29. Equipo AmbiciónCOP.
Un antes y después.
La COP15 de Copenhague, en 2009, cuyo texto salió sin consenso, marcó los procesos. "Los negociadores llevaban 36 horas seguidas sin dormir y se alcanzó lo inhumano", describe el consultor argentino. Desde entonces existe una ley no escrita. "Es una práctica instalada que si a las 3 de la mañana de un viernes no se va a llegar a un acuerdo, se corta la negociación y se retoma el sábado”, explica Maurtua. Al menos para descansar tres horas.
En esta maratón de resistencia humana, hay países que acuden con decenas de negociadores, que ante el cansancio hacen relevo, mientras que en otras delegaciones solo son tres, lo que "es una muestra más de las inequidades".
Pero, ¿por qué en algo tan importante como un acuerdo sobre la financiación climática, que se está tratando desde hace tres años, se deja para las dos últimas noches?
Entre medio está la cumbre de Bonn, que se celebra en junio, y que debe allanar el camino. “Quizás en un tema tan importante como éste se habría tenido que cerrar antes mucho más. Pero los países se van midiendo, nadie quiere mostrar todas las cartas antes de que termine el juego”, explica Maurtua. “La sociedad civil pedimos que los textos negociables salgan antes”, reclama.
No obstante, lo que hay antes es un trabajo técnico, en el que todas las partes señalan todo lo que consideran importante incluir en los documentos. Son muchos elementos que no implican compromisos, pero que cada parte debe aportar para que se reflejen. Sobre ello, la presidencia de la COP elabora un texto y las partes indican si les representa o no. En algunas ocasiones, algunos países ven que el texto responde claramente a unas partes determinadas.
En su estrategia, hay partes que optan por una actitud dura, mientras que otras son más constructivas. “Se genera un ambiente que tiene mucho que ver con la confianza que, como facilitador, haya sabido construir la presidencia, que cumple un rol muy importante. Si prioriza unas aportaciones a otras, hace que la confianza en el proceso sea más débil”, incide el consultor.
Fuente: Recinto de la COP29. Equipo AmbiciónCOP.
Al igual que los países, la presidencia también puede aplicar estrategias en el proceso de negociación. Puede aportar un texto interminable que lo refleja todo y es imposible de trabajar, reflejando detalladamente cada posición.
Para Maurtua, la presidencia de esta COP29 no ha estado muy activa. Pero, independientemente de los errores que haya podido cometer, "también se le ha hecho todo muy difícil”, juzga el consultor. No juega a favor que todo el mundo mira hacia la COP30. “Está Lula, el pulmón del mundo, los indígenas, el G20… Todo parece grande en Brasil”, cuando en realidad es en esta cumbre en Azerbaiyán cuando se trata de algo esencial como es la financiación climática, cómo se pone el dinero imprescindible para aplicar toda la acción. Sin dinero, no habrá planes ambiciosos. “La gente no sabía ni dónde está Azerbaiyán. En cambio, todos quieren ir a Brasil. Si no se prioriza esta, poco se conseguirá después”, reflexiona.
Un pueblo nómada.
Las personas que siguen en la cumbre viendo como acaba el proceso son como una familia, que se va encontrando de cumbre en cumbre. “Es como un pueblo, formado por personas de 198 países. En las esperas acabas compartiendo, ayudando…”. Un pueblo nómada que se va encontrando cada año en un lugar distinto, con un ambiente influido por lo que va sucediendo en el mundo y que también se refleja en las negociaciones.
“En París había la sensación que se iba a crear algo importante. En la siguiente, hubo mucha tristeza porque salió Trump como presidente justo en medio de la cumbre. Después hubo la pandemia y la guerra de Ucrania movió muchas cosas. Aquí estamos todos, procedentes de todas partes del mundo y, cada cual, con su distinta realidad. Pero te das cuenta de que, al final, todos somos personas”. Una frase que, tras pronunciarla, Enrique Maurtua Konstantinidis queda pensativo, para después, volver a repetirla, con más énfasis: "Todos somos personas".
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